¿Por qué estoy aquí?
Una conversación entre una escritora y una ilustradora que deciden dejar la ciudad para hacer vida en la periferia
Ilustración por: Barbie S.A. | @barbie_a.s
Escrito por: Julieta Blanco | @julieta_emoji
Hoy es 24 de agosto y escribo que, si quiero sentarme a escribir, ante todo necesito construir un vínculo sólido con mi propio tiempo. Es decir, hacerme un espacio temporal y físico para sentarme a SER dentro de la escritura. De ese tiempo que me doy deviene la escucha que, además, se vuelve consecuencia lógica.
Escribir es desatar.
Escribir es desatarme las manos.
Primero escribir esto y que nadie lo vea.
Eliminar el público.
Después, cuando llegue su momento, me sentiré cómoda y escribiré para que otres lo vean.
Pero primero construir ese vínculo interno.
No andar corriendo detrás de manzanas y (peor) tiempos ajenos.
La falta de escucha de mi propio tiempo me encorva la espalda y me acorta la respiración.
La observación minuciosa, como de performance científica y la experimentación educativa fueron los métodos de mi enseñanza temprana, provistas por mi madre.
Ella llevaba un cuaderno en el que registraba, con objetividad, cada movimiento que hacía.
No había palabras como “qué bonito”, “la más graciosa” o juicios de valor.
Simplemente un ejercicio profundo de observación.
“Ahora abre la boca y dice aaaa hasta que se ríe”.
“Le gusta hacer reir a las demás personas y si no la miran, llora”.
“Araña a lxs compañerxs del jardín y después presume sus logros”.
Más allá del contenido, que lo invento con mi propia ficción sobre mi historia personal, la observación era desafectada. Luego yo, aquí y ahora, intento emular este mismo tipo de procedimiento para mirar la vida y sus procesos. Cuando puedo.
Hoy puedo. Hay días turbulentos, la mente no está clara, tampoco las emociones.
Con estos fragmentos yo sé que puedo empezar un relato.
¿Cómo lo sé?
Bueno ya arrancó.
Las palabras cayeron por su propio peso.
Lo siento,
pero
además,
antes de eso, existió el TIEMPO,
que
me permití en el SILENCIO .
Un cuerpo que puede sentarse a escribir y que no tiene ganas de llorar
o que está tan cargado de energía que solo puede ir a caminar o bailar.
Este estado es único. Le daré en llamar el estado del tiempo POSIBLE.
Un cuerpo, ¡por fin!, libre de afectaciones.
Un cuerpo lento, al final, meticuloso con su propio desarrollo.
Al final, un cuerpo que escribe en unas tarjetas heredadas de la librería de su abuela.
Con este método de investigación, estoy intentando responderme, ¿por qué estoy aquí hoy? ¿qué me trajo hasta acá?
La primera respuesta es: la búsqueda de un tiempo posible donde la creatividad y mis proyectos artísticos tengan un espacio, por ejemplo. Es una búsqueda que vengo haciendo desde hace un tiempo y si bien, no voy a decir que por eso termine aquí, me doy cuenta de que es una manifestación de una necesidad de tener TIEMPO.
A causa y como consecuencia de la pandemia me mudé de una gran ciudad, capital, centro de la Argentina donde “todo sucede” a una ciudad pequeña, dedicada al turismo, rodeada por un entorno serrano y muchos ríos. La geografía no puede ser más distinta: una serie de pueblos unidos por una sierra verde y marrón con espacio y silencio entre sus corredores internos pueblerinos versus una gran mancha de colores grises variados donde la fauna humana explota por doquier y la velocidad del tiempo parece dinamizarse de una manera en la que, parece escurrirse. A veces, sigo sin comprender del todo las causas y consecuencias del movimiento que hice, podría enumerarlas de manera racional, pero muchas veces creo que solo fue una necesidad de tener tiempo personal (aunque no lo quiera admitir).
Apenas comenzó la pandemia por COVID-19, lo primero que hice fue sentir que la desaceleración iba a traerme tiempo para ponerme al día con cosas que requieren de él: sentarme a leer despacio, escribir dándole un peso a ese momento, no querer resolver, ir hacia dentro literalmente, encontrarme con las ideas que pedían pista para ser materializadas pero no tenían espacio temporal para ocurrir por el ritmo vertiginoso con el que vivía antes del encierro obligatorio. Mis inquietudes, antes más sociales, más con síndrome de FOMO, pasaron a ser algo más personales.
La historia de cómo llegué a acá es larga y merece un capítulo aparte. Pero déjenme decirles lo que creo ya saben, y es que no fui la única. Muchas personas partieron de la gran ciudad, por diferentes razones, a vivir en lugares más pequeños, más lentos, y cerca de entornos más naturales y desacelerados.
Una de esas personas que encontré en la misma situación (que además se mudó a la misma zona serrana) es Barbie, ilustradora y tallerista. Decidí hacerle esta nota cuando ví que en uno de sus posteos hablaba de este proceso de mudarse de la ciudad a un lugar más chico (y desde ya que me sentí absolutamente interpelada). Ella dice “Alejarme de la ciudad trajo muchas cosas, la más grande fue el espacio, espacio lejos de la percepción de otros de mí, lejos de esa masa invisible de miedos e ideas sobre el éxito, con el tiempo me siento cada vez más yo”.
Pausa, respiro y miro por la ventana.
El espacio, el silencio y el tiempo son ley. Salvo por los ruidos de mis teclas, de una cortadora de pasto a lo lejos y del ruido que hace la estufa prendida con los gases que suben y bajan.
La entrevista
Julieta Blanco (JB): ¿Cómo llegaste hasta acá?
Barbi (B): Me vine acá porque no encontraba muchas salidas a cuestiones emocionales que me estaban pasando, fue medio azaroso, primero vine de vacaciones con una amiga y después me encantó el lugar y sentí que tenía que quedarme. Otro de los motivos por los que me mudé fue el tema económico: Que los números den para vivir tranquila, que no todo sea trabajar y llorar. Yo trabajo desde siempre y en Capital es muy caro vivir.
JB: Me encantó en tus posteos lo que encontré sobre el espacio que se abre para una, y también una recuperación del tiempo posible, como que se amplía, como que por ahí en una ciudad tan grande estás muy acelerada todo el día, yendo de acá para allá y no sentís que el tiempo te alcanza para hacer búsquedas más personales. Me interesa saber que sentis de esto.
B: Sí...yo creo que para mi es particular porque tengo una historia familiar muy pesada y no lo siento solo yo sino con mis amigos . Llegar acá me cambió mucho la cabeza, en ese sentido de...respecto al tiempo, es raro porque yo llegué acá y empecé a cursar una carrera y estoy estudiando y trabajando y estuve bastante ocupada, pero sin duda creo que en Capital está todo muy capitalizado, las amistades están más individualizadas porque los barrios quedan muy lejos...No tenia alla esa sensacion de barrio y...de amistades de otro lado, bah no se...me pasaba en el mundo del arte que había muchas interacciones con un interés por detras, o preguntas raras, como que me pregunten “Cómo lograste tocar acá?”. Una cosa asquerosa de pegarla y el cálculo, no sé…
JB: Entiendo por dónde va. Hay algo del salir del centro e ir a la periferia, a mí me daba impresión salir de “donde pasa todo”, te olvidas de que existen otras posibilidades fuera y muy cerca. Es loco deconstruir eso en otra geografía y con otro mood, más tranqui, con otra impronta de no ser el centro donde todo sucede. Después de ese miedo, no siento que haya perdido nada. Es como un fantasma de que no hay espacios culturales o para une fuera del centro del país.
B: Si, entiendo, es el fantasma que de que en el centro están todos los artistas o algo por el estilo. Yo creo que eso capaz me ató y me hizo demorar en irme pero una vez que estas acá nada que ver yo siento que estoy siendo parte de algo re zarpado en este pueblo, hay un montón de propuestas re piolas para construir cosas, y que soy parte de una movida en este pueblo de gente joven que viene con sus propuestas culturales de la ciudad. No es que tenga la idea de quedarme acá . Tengo bastante la idea de viajar por el mundo. Este viaje fue para darme cuenta de eso, de que tengo ganas de seguir haciendo esto con la libertad que me da mi trabajo remoto. Pero quiero ver crecer este lugar, yo estoy muy enamorada de este pueblo y es como que hay muchos artistas y me da curiosidad como va a ser el pueblo en 15 años, a mi la verdad me entusiasma que crezca. Cuatro de cada cinco personas son artistas o tienen cierta mentalidad, todo el mundo acá tiene una conexión con el reciclaje o la espiritualidad, sin duda eso para mí es salir de la matrix en algún punto. Hay un mundo entero de gente genial y de cosas que pasan que...no sé.
JB: Sí, y muchas veces no les damos valor porque no los ves.
En la pandemia acá se llenó de gente. Mucha gente acaba de llegar. Este pueblo igual tiene eso de que la gente viene buscando algo o viendo a donde va a ir después.