Desde la calle Cerra, se escuchan las notas de un piano torpe que busca cómo olvidar. El señor deja caer su t-shirt blanca en el balcón y le da luz verde a sus dedos para que reboten nerviosos, novatos y divertidos sobre las teclas que recién se estrenan. No sé cuántos temblores lleva tocando, pero dejó claro que no pararía. Como los temblores, le dije. En efecto, contestó.